Las salsas calientes son el acompañamiento perfecto para tus guisos. Se denominan así porque deben servirse a una temperatura media-alta para que pueda apreciarse correctamente todo su sabor. Lo cierto es que desde el siglo XVII se ha tratado de clasificar las salsas. Carême, un cocinero francés, fue el primero en hacer una división atendiendo a la temperatura a la que eran servidas. Según esta clasificación nos encontramos con salsas calientes y salsas frías. Dentro de las primeras podemos diferenciar entre salsas blancas, aquellas elaboradas a partir de bechamel o velouté, y salsas oscuras, entendiendo como tal aquellas que se preparan a partir del roux o fondo oscuro, como, por ejemplo, la salsa española o la salsa de tomate.
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